Páginas

lunes, 9 de abril de 2018

Crítica: VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKIO

Pocas veces podemos disfrutar en occidente de la peculiaridad nipona, de su sentido del humor y sus excentricidades. La secuela de Maravillosa familia de Tokio nos mete de llena en la vida de una familia cuyo objetivo principal es el de quitarle el carné de conducir al abuelo. Esta semana hemos visto: VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKIO.
Kazoku wa tsuraiyo 2, así se llama la secuela dirigida por Yôji Yamada, con el protagonismo casi absoluto, y cuando no sale lo notamos, del abuelo Shuzo (Satoshi Tsumabuki). Su matrimonio está roto, eso sucedió en la primera película, pero conviven en casa junto a sus dos nietos, hijo y nuera. Tres generaciones en cuatro paredes, y dos de ellas aliadas para intentar que deje de conducir de una vez, ya que el coche comienza a presentar síntomas de golpes y roces por todas partes. Además, cuenta todavía con más familia, otros dos hijos, con sus respectivas nueras, que harán lo posible para que entre en razón.
Satoshi Tsumabuki interpreta al patriarca de una familia con mal genio hasta con sus nueras, que no hace caso a nadie y que piensa que quitarle el carné viene a ser lo mismo que dejar que muera. Lo interesante de VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKIO es la manera de hacer cine en Japón, cómo sus actores sobreactúan y gesticulan de forma muy característica y chocante para un público no acostumbrado a ver series o animes orientales. En medio del ajetreo familiar, podemos atisbar la crítica a una sociedad que abandona a sus mayores, con mensajes positivos finalmente. Sin embargo, la película de Yôji Yamada se torna lenta, con situaciones que se desarrollan con extremada lentitud y cierta ingenuidad o incapacidad para reaccionar a los acontecimientos, marcando todavía más las diferencias culturales entre japoneses y el resto del mundo.
En definitiva, VERANO DE UNA FAMILIA DE TOKIO es una simpática reflexión de la sociedad en voz de una familia conservadora que asiste a sucesos chocantes, todo girando alrededor del abuelo, pero que su lento ritmo y peculiaridad cultural hará que no todo el mundo sepa disfrutarla. Como exotismo no está mal, permite conocer algo mejor cómo se hacen las cosas en Japón, aunque hay mejores películas para eso. Echadle un vistazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué os parece?