Crítica: LA CASA TORCIDA

Se han hecho muchas adaptaciones de genios de la intriga, esta vez le toca el turno a Agatha Christie. Con sabor agridulce, pues el protagonista no derrocha carisma, demasiado teatral y quizás lenta, pero con un reparto que salva el conjunto. Esta semana hemos visto: LA CASA TORCIDA.

Crooked House, novela de Agatha Christie, está dirigida por Gilles Paquet-Brenner, quien se decanta por un desarrollo particularmente previsible y la elección de un detective poco carismático, interpretado por Max Irons. El asesinato de un multimillonario griego hará sospechosa de asesinato a toda su familia, que vive en la misma mansión. A pesar de lo interesante ha de ser el libro, es todo tan mecánico que apenas sorprende al espectador. Al menos, Glenn Close, Gillian Anderson, Stefanie Martini y Christina Hendricks, entre otros, son nombres destacados que dan entidad a un filme demasiado conservador.

LA CASA TORCIDA nos presenta a todos los sujetos de la casa como potenciales asesinos, por lo que el director se encarga de engañar al espectador en su afán por descubrir al asesino. Cómo lo hace se resume a utilizar la cámara y unos diálogos muy teatrales que hacen que pensemos que todos sus miembros son unos psicópatas de cuidado. En todo caso, el desarrollo de los acontecimientos se sucede en la mansión, donde el joven detective, que no hace más que dar tumbos sin ton ni son, intentará dar luz a lo sucedido. Por lo demás, la típica película de intriga que lo intenta pero que se queda a medio camino, pecando de lenta y de poco ágil.

En definitiva, LA CASA TORCIDA no es nada del otro mundo. Como siempre, la novela será muchísimo mejor, creará más ambiente e intriga, y seguramente su protagonista sea más carismático y menos soso que el del filme. Una pena que la gran Agatha Christie no tenga una adaptación como merece, pero se deja ver y no es una mala opción si no hay otra cosa. No os perdéis nada.